El siglo XXI nos enfrenta a grandes avances, retos y vicisitudes. Debemos entender que vivimos en un mundo complejo, diverso y global. Un espacio donde nos encontramos con los otros, que se parecen a nosotros pero son distintos. Enorme paradoja, pues para que exista igualdad tenemos que reconocer(nos) y entrar en el otro. Desde esta perspectiva y producto de la reflexión de las culturas, los organismos internacionales y la sociedad misma, se ha generado el concepto, categoría y proceso de la interculturalidad. En este sucesivo estadio de democratización y de ampliación de horizontes que vivimos, al menos en el ámbito de Occidente y su periferia, la interculturalidad preconiza que tenemos que aspirar a generar procesos de comunicación e interacción, horizontales, dialógicos, concertados y sinérgicos, que respeten y estimulen la diversidad y tengan disposición a recibir enriquecimientos mutuos.