Una aproximación a un panorama de apropiación patrimonial del Centro Histórico de Guadalajara

Abstract

El patrimonio cultural de un pueblo, define Bonfil Batalla, “es precisamente, ese acervo de elementos culturales, tangibles unos, intangibles otros, que una sociedad determinada considera suyos y de los que echa mano para enfrentar sus problemas (de cualquier tipo, desde las grandes crisis hasta los aparentemente nimios de la vida cotidiana); para formular e intentar realizar sus aspiraciones y sus proyectos; para imaginar, gozar y expresarse”. El territorio, además de proporcionar los elementos suficientes para que la sociedad se desarrolle, es escenario de las actividades que la misma desempeña de forma natural; es expresión y conservación de las manifestaciones y proyectos que se llevan a cabo dentro de éste. El patrimonio, de igual manera, se convierte en la herramienta que utiliza la sociedad para moldear sus modos de vida. Se puede resumir en dos aspectos principales (Vidal Moranta y Pol Urrútia, 2005): acción-transformación e identificación simbólica, siendo la primera referente a un sentido “subsidiario” de la territorialidad y el espacio personal, mientras que la segunda da cabida a procesos afectivos, cognitivos e interactivos. Dicho de otra forma, el habitar en cierto espacio geográfico genera en el hombre de un sentido de pertenencia y apego en la zona.